Regulación Biológica de Plagas (RBP) contra Control Biológico de Plagas (CBP)
Hace unos días, me preguntaba alguien sobre la diferencia entre RBP y CBP, ya que ambas se basan en combatir las plagas con sus antagonistas naturales, ya sean ésos depredadores, parásitos o parasitoides de las especies que provocan daños en la agricultura.
Y la diferencia es simple, pero importante: en la RBP ( o “Control biológico de plagas a través de la gestión del territorio”, “Restauración ecológica estratégica”, “Regulación Biológica”, y otros nombres similares), lo que hacemos es mejorar nuestro agrosistema para permitir que de forma libre y natural, vivan y se desarrollen en el mismo, de forma permanente, esos antagonistas de nuestras plagas.
Por su parte, el CBP, trae esos antagonistas, criados en grandes biofábricas, y los libera en nuestros campos, sin ningún control de los efectos que pudieran tener sobre los agrosistemas humanizados, o peor aún, sobre los ecosistemas silvestres.
Imaginemos que alguien libera diez mil tigres en la sierra de Madrid. Su efecto sobre los ecosistemas y sobre las especies de herbívoros sería evidente, y las quejas de los vecinos, constantes. Sin embargo, la liberación de millones de pequeños depredadores, como antocóridos o ácaros fitoseidos, parece que no tiene consecuencias porque son animales pequeños, que cuesta encontrar a simple vista, pero las consecuencias ecológicas son muy similares en ambos casos.
Antocórido en acción
Además, no sabemos de dónde vienen esos animales, ni a qué especie o subespecie pertenecen, ni cuál es su estado de salud, por lo que podríamos estar incurriendo en una contaminación genética de las poblaciones de fauna auxiliar que viven naturalmente en nuestro territorio, o extendiendo enfermedades o taras genéticas entre la población silvestre, lo que a la larga llevaría a un desequilibrio en los ecosistemas, que como sabemos, es algo complicadísimo de resolver.
Alguien podría opinar que, dado que estas especies que se liberan afectan sólo a las especies plaga, su efecto siempre va a ser positivo sobre los agrosistemas, pero la realidad, como casi todo en la naturaleza, dista mucho de ser tan simple.
Por ejemplo, las mariquitas, que llevan algo más de un siglo siendo utilizadas para el control biológico, son en realidad unos temibles depredadores generalistas, que dan buena cuenta de huevos, larvas, pupas e incluso adultos de gran cantidad de especies que tengan la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Esto, que puede parecer baladí, no lo es tanto, si tenemos en cuenta los complejísimos equilibrios que se dan en la naturaleza entre muchas especies, y la importancia que pueden tener para nosotros especies que, por ejemplo, actúen como polinizadores, descomponedores de la Materia Orgánica, o incluso como depredadores de especies plaga.
Un ejemplo típico serían los sírfidos, que son esas moscas que se «disfrazan» de abejas o avispas para evitar a sus depredadores. Como adultos, al igual que cualquier mosca, se pirran por líquidos azucarados. Por ello, buscan afanosamente el néctar de las flores, actuando de esta forma como efectivos polinizadores de nuestras plantas. Además, sus formas larvarias son temibles depredadores de pulgones, ácaros y otros bichos de cuerpo blando, así que pueden ser efectivos controladores de estos fastidiosos inquilinos de nuestra huerta.
Pero si hemos soltado miles de mariquitas para controlar el pulgón, cuando las poblaciones de pulgón colapsen, ¿a por quién crees que van a ir las mariquitas? Pues muy probablemente, las tiernas y jugosas larvas de sírfidos sean entonces un buen sustituto de su dieta de pulgón.
Los pulgones, bonicos son un rato, pero…
Y cuando las mariquitas se hayan ido y los sírfidos hayan sido devorados, ¿qué crees que harán los pulgones?
Pero además, no sólo me preocupan los efectos negativos sobre el medio ambiente, sino que esta forma de actuar de «tengo un problema, voy a la tienda, compro lo que me ha dicho el técnico, y problema resuelto«, es precisamente el germen del caos agrario en el que vivimos ahora mismo, con grandes empresas agroquímicas subyugando a los campesinos de todo el mundo para que dependan exclusivamente de sus (probadamente tóxicos) productos para poder sacar adelante las cosechas.
La diferencia es que esta vez, esas empresas se han disfrazado de verde para vendernos un producto supuestamente ecológico, pero ¿lo es de verdad?
¿De dónde proceden esas mariquitas que hemos comprado? ¿De qué subespecie o variedad local son los antocóridos que hemos comprado? ¿Serán los mismos que tenemos en nuestro terreno?
Si a esa biofábrica le dicen que el abejorro de Chiquitistán cría más y mejor que el autóctono, abaratando por ello los costes de producción y aumentando los beneficios de la empresa (a pesar del riesgo que liberarlos pudiera conllevar para nuestros ecosistemas) ¿crees que no pensarán inmediatamente en cambiarse de «producto»?
Y lo que es peor, si esa gran empresa ve que modificando genéticamente unas moscas o cualquier otro bicho puede multiplicar todavía más esos beneficios, ¿crees que no lo harán?
Pues lamento decirte que ya lo están haciendo, y más cerca de tu casa de lo que te imaginas.
Por eso, y sin ánimo de generalizar (también hay biofábricas que hacen las cosas bien), creo que, más que traer elementos externos a nuestro ecosistema que nos generan dudas sobre su origen, su salud, sus consecuencias para el ecosistema, y que sobre todo, nos siguen manteniendo atados al dictado de la gran agroindustria, deberíamos mejorar nuestros propios agrosistemas para permitir que esos depredadores, parásitos y parasitoides que ya existen en nuesta zona, sean capaces de ejercer un control efectivo y rentable sobre las plagas que nos acechan, sin afectar por ello los equilibrios ecológicos locales.
Esto es la Regulación Biológica de Plagas o RBP (o “Restauración ecológica estratégica”, etc.)
Además, este tipo de regulación, igual que las energías renovables. la permacultura, o las economías alternativas, no puede de ninguna manera ser patentado y secuestrado por grandes corporaciones, ya que se basa en la famosa frase de Bill Mollison de que «muchas personas pequeñas, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo».
Y si no me crees, revisa los principios simples que voy exponiendo en el blog, como «no eches herbicida en los linderos», «planta setos vivos«, «construye cajas nido con materiales reciclados», «diversifica tus cultivos» y otras acciones sencillas y baratas, pero vitales para nuestros agrosistemas que cualquiera puede llevar a cabo sin «ayuda» de grandes corporaciones de oscuras intenciones o estados opresores.
A difundir esta idea he dedicado muchas entradas de este blog, y el libro «Vida secreta de tu huerto», porque hay fundamentos científicos más que de sobra para entender que es posible y rentable actuar así, y porque esta nueva ciencia que es la agroecología es para mí la alternativa clara, sostenible, y de futuro, a la agroindustria.
Y a partir de ahora, me gustaría que lo fuera para ti también y difundas esta forma de pensar.
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Y si tienes cualquier duda o comentario, puedes contármelo en los comentarios de debajo, en mi twitter @elverdecillo1, o en mi facebook “elverdecillo.com”
Creo, sinceramente, que todos estos procedimientos sólo ayudan pero no resuelven. Yo los he probado y son efectivos eliminando la mosca temible pero finalmente las frutas siguen siendo destruidas casi en la misma proporción que si no los usas. Es decir un esfuerzo inútil y que te hace pensar tristemente en la química como única solución positiva aunque sea la menos saludable y ecológica sin ninguna duda.
Triste muy triste
Hola, Ángel, gracias por tu comentario, aunque lamento que pienses así.
Sin embargo, hay bibliografía más que de sobra a lo largo y ancho de todo el mundo sobre gran cantidad de especies plaga en distintos tipos y sistemas de cultivo, que dicen lo contrario de lo que afirmas (aparte de que sí que reconoces que «son efectivos eliminando la mosca temible», lo cual te agradezco).
Me alegra, al menos, que reconozcas que la química (de síntesis, puesto que todo es química al fin y al cabo), es la menos saludable y ecológica de las soluciones, y que además lleva aparejada más destrucción de los ecosistemas, lo cual lleva a más desequilibrios en forma de plagas, lo cual lleva a más aplicación de pesticidas, etc., con lo cual es una rueda interminable.
Alguien tiene que atreverse a romper ese ciclo de destrucción, antes de que nos pille a nosotros mismos.
Saludos