¡Pulgones! ¡Pulgones!
Hace unas semanas os preguntaba en el facebook cuál es la plaga que más guerra os suele dar.
Me gusta preguntaros cosas para así saber cuáles son los temas que más os interesan, y porque a veces surgen conversaciones muy entretenidas.
En este caso, hubo un clarísimo ganador. Por goleada, el peor problema (o el que más abundantemente respondisteis) eran, con diferencia, los pulgones (Familia Aphididae, o «áfidos»).
Y es que estos pequeños cabrones de colorines aparecen en cualquier momento y lugar (generalmente, en el peor momento y lugar), haciendo la vida imposible a muchísimas especies de plantas.
Lo mismo te aparecen en una terraza de un ático en mitad de la gran ciudad, que en cultivos industriales o ecológicos de prácticamente cualquier cosa.
Hay varios miles de especies de pulgones, de variados colores, tamaños, diseños y ciclos vitales y sexuales, pero suelen ser todos bastante parecidos.
No, si bonitos son un rato
Suelen tener forma como de pera y tamaño minúsculo, y suelen estar todos apelotonados en los extremos de las ramas o los brotes de las plantas.
¿Por qué están todos ahí? Porque estos bichines son parásitos de las plantas y necesitan proteínas para su desarrollo, igual que tú y que yo. Pero como además «su desarrollo» es reproducirse hasta inundar tu huerto, necesitan muchísimas proteínas en su dieta para producir su abundantísima prole (que puede superar los 4.400 descendientes en tres semanas), por lo que van a picar a las plantas en los lugares donde tiene más proteína. Es decir, en su núcleo de desarrollo: las yemas y brotes jóvenes.
En general, que un pulgón pique a una planta no suele tener mayor consecuencia, igual que a ti no te pasa nada si te pica un mosquito.
El problema con los pulgones viene con su capacidad de infestación y con las enfermedades que puede transmitir a la planta.
Es decir, que cuando un pulgón llega a una planta, no va a estar solo. En muy poco tiempo, cientos o miles de estos pequeños chupópteros estarán sorbiendo los jugos de tus plantas, y eso sí que tiene efectos sobre la misma, ya que las heridas producen irritaciones, atrofias y malformaciones en los brotes, la saliva que inyectan para facilitar el flujo de savia es tóxica para la planta y produce el aborto de las yemas florales, la falta de savia produce clorosis que lleva a disminución de la fotosíntesis y con ella, del rendimiento, la melaza que sueltan atrae hongos y cubre las hojas cerrando el paso a la luz…
Pero mucho peor aún que los problemas de desarrollo de las plantas, son las enfermedades que pueden transmitirles.
Cualquier parásito transmite enfermedades, desde la malaria de los mosquitos a las rickettsias de las garrapatas. Y en el caso de las plantas, no iba a ser diferente.
Los pulgones tienen las mandíbulas especializadas en cortar tejido vegetal y absorber sus jugos, como una especie de jeringuilla. Y es a través de esta herida, y de la saliva de los pulgones, por donde se pueden infectar virus tan terribles como el de la tristeza de los cítricos, los distintos virus de mosaicos, el virus de enrollamiento de la patata, el Y de la patata, y así, hasta más de doscientos tipos distintos de virus vegetales.
Imagen al microscopio electrónico de las mandíbulas de un pulgón
Por si fuera poco, también puede provocar infecciones secundarias a través de las heridas producidas por sus picaduras, como mohos y otros hongos.
Algunos tienen reproducción sexual, otros reproducción asexual, unos necesitan sólo una planta para su ciclo vital, otros necesitan varias, unos tienen que migrar, otros no se mueven de su sitio, los hay con alas, sin alas, que viven en agallas, en raíces, en tallos, en brotes, y un largo etcétera.
Pero para no aburriros, se puede resumir en algo así:
Al final del otoño/principio de invierno, las plantas de hoja caduca se quedan sin savia, y la mayoría de pulgones muere. Como papá y mamá pulgón ya se lo saben, se ponen al tajo para crear un sólo huevo casi tan grande como su progenitora, que pasará el invierno oculto, o en el cadáver momificado de su madre (¡cada uno se lo monta como puede, oye!).
Al principio de primavera, de ese superhuevo incubado por el calor solar, sale una gran hembra, que será la matriarca de una extensísima y próspera familia.
Generalmente, estas hembras no tienen alas, ya que sus padres la dejaron en la planta de la que se van a alimentar ella y su progenie.
Así que esta señorona empieza a dar a luz, sin reproducción sexual, a un montón (pueden superar la centena) de pequeñas hembras sin alas como ella. Éstas no nacen de huevos, sino que salen al exterior ya vivas (y hambrientas). Y aunque no son exactamente clones de su madre, tras varias fases ninfales, y sin haber conocido varón, empiezan también a dar a luz a más y más hembras con ganas de ovular y parasitar a tus plantas.
Mamá pulgón dando a luz ¡El milagro de la vida, chavales!
Hace calor, hay comida para todas, y el mundo es maravilloso.
Esta fiesta asexual, que dura múltiples generaciones a lo largo de un sólo año, se acaba cuando las condiciones del medio empiezan a ser difíciles. Si el año es malo climatológicamente hablando, o cuando llega el otoño, o cuando algún listo aplica productos químicos para acabar con ellas, las chicas malas del huerto empiezan a dar a luz machos y hembras.
¿Por qué? Por la mismísima razón de que exista la reproducción sexual: para que haya variabilidad.
Si todos somos iguales, y llega una plaga, una hambruna, una sequía, una era glaciar, un calentamiento global provocado por unos monos gilipollas, o lo que sea, si no tenemos resistencia a esas cosas, palmamos todos.
Y la extinción es para siempre.
Pero si todos somos diferentes, aunque sea en pequeñas cosas, algunos siempre podrán sobrevivir o resistir mejor a esas alteraciones del medio.
Resumiendo: ¿Que me va bien la cosa? Perfecto, ¿para qué cambiar? Tengo todo hijas-no-clones-pero-extremadamente-parecidas, y nos multiplicamos en números astronómicos en pocas semanas.
¿Que la cosa se pone chunga? Entonces mezclo mis genes con los de los machos para que mis descendientes sean más distintos y asegurarme de que alguno de ellos salva el pellejo. Además, generalmente estas últimas generaciones suelen tener alas para moverse a grandes distancias (debido a su tamaño y peso, el viento puede arrastrarlos durante kilómetros y kilómetros), por lo que además pueden conquistar nuevos territorios más aptos para la siguiente generación.
Generación alada de pulgón.
Pero ahora que sabes más de ellos, supongo que te estarás preguntando qué puedes hacer para acabar con las plagas de pulgón.
Hay varias soluciones a corto plazo para acabar con infestaciones puntuales.
Por ejemplo, los áfidos están cubiertos por una especie de cera. Si quieres quitártelos de encima de forma rápida, rocíalos con una disolución suave de algún jabón ecológico (como el jabón potásico). Eso disolverá esa cera y los irritará al máximo.
También el aceite de Neem es efectivo, ya que impide que los bichos puedan mudar de un estadio al siguiente, impidiéndoles llegar a la edad adulta y haciendo que palmen.
Estos dos últimos son métodos bastante ecológicos, pero aún así, aplicar productos debería ser la última opción de un agricultor ecológico.
La respuesta a largo plazo, como casi siempre en agricultura ecológica, es tener un agrosistema bien formado.
Por suerte, los pulgones son bichos de cuerpo blando, rellenos de dulces y sabrosos jugos nutritivos, así que hay cantidad de otros bichos que se pirran por comérselos, como si fueran una gominola con patas.
Puesta de mariquita eclosionando. La de abajo a la izquierda parece un dibujo manga, pero a un pulgón esto le parece una escena de Alien.
Así, la presencia de mariquitas, chinches de las flores, crisopas, sírfidos, y arácnidos, te asegurará que los rebaños de pulgonas no lleguen a ser verdaderos problemas. Además, depredadores generalistas y voladores como las libélulas o las moscas Asílidas, también te pueden hacer buena labor quitándote de en medio a los adultos voladores de estos molestos inquilinos del huerto.
Pero parece ser que la labor más importante de todas las especies controladoras de los áfidos la tienen las avispas y moscas parasitoides (parásitos que acaban matando a su hospedador), como las de las familias Aphelinidae o Tachinidae.
Avispilla parasitoide inyectando un huevo en un pulgón
De hecho, en experimentos hechos en laboratorio, se ha visto que los áfidos eran un espeluznante 172% más abundantes en zonas donde se habían eliminado los depredadores naturales.
Probablemente te suene la historia de que los pulgones exudan una melaza dulzona. Como tienen que absorber muchísima savia rica en azúcares para conseguir su ración de proteína, les «sobra» muchísimo azúcar, que excretan en esas melazas. Y de paso, con esas melazas (llamadas «mielecillas»), atraen a insectos que les protegen contra sus depredadores (como las hormigas) y otros que sencillamente se aprovechan de esa fuente natural e inagotable de azúcar (como las abejas).
Te digo esto para que te des cuenta de la necesidad tan vital que tienen estos bichos por las proteínas y sus ladrillos químicos como el Nitrógeno. De hecho, hace ya décadas que se sabe que los áfidos y otros chupasavias buscan activamente plantas con mayor nivel de Nitrógeno en la savia, ya que sobre esas plantas crecen más, se reproducen más, y tienen mayores densidades que en plantas con menores niveles de Nitrógeno (van Emden, 1996. Nevo, 2001. Awmack, 2002. Altieri, 2002. )
Así que ya sabes, si quieres tener un buen control sobre los pulgones, asegúrate de tener zonas de terreno que tengan flores todo el año, ya que todos los depredadores y parasitoides que he nombrado se alimentan de néctar y polen en algún momento de sus ciclos vitales (salvo arañas y libélulas).
Y por supuesto, si quieres evitar que los pulgones recorran kilómetros para ir a picar tus plantas, no debes fertilizarlas con abonos químicos nitrogenados, porque ya has visto que el nitrógeno es un imán para estos bichos. Los abonos orgánicos aportan nutrientes a las plantas sin aumentar demasiado esos niveles de nitrógeno en la savia.
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Hola Luis, como yo tengo esta deformación, siempre tiendo a buscar el papel simplemente ecológico que cumplen los insectos. Los pulgones disfrutan de esas generaciones asexuales que suponen un boom de consumidores en ciertos momentos y plantas. Es un milagro de precisión y adaptación a la disponibilidad de alimento y a las condiciones climáticas, ese equilibrio de generaciones sexuales /asexuales de muchos seres vivos. La naturaleza tiene a mano seres como ellos ( insectos, hongos, bacterias…) que entran de lleno en nichos donde el alimento nitrogenado es excesivo y, al tiempo, en tiempos concretos del año y del desarrollo de los vegetales: esas mismas plantas no sufren los ataques de los pulgones en otras épocas del año, ni (en el caso de los árboles frutales) en partes más maduras ni estadíos de crecimiento más adultos.
Esto no me parece que sea buenismo o falta de realismo ante los problemas, sino que pienso que la visión más global será la que nos podrá dar soluciones más reales.
Es muy natural que seres como los humanos, que hemos proliferado indiferenciada y abundantemente gracias a los picos de alimento desde épocas neolíticas, convivamos con estas poblaciones fruto de booms y que nosotros llamamos plagas o patógenos. Por cierto, si consultamos el tratado de agricultura del s.XVI Alonso de Herrera o los tratados de horticultura del s. XIX o cualquier libro anterior a la agricultura industrializada, verás que no nombran los pulgones. Hay que darle muchas vueltas al asunto. Personalmente yo he comido pulgones alguna vez y no pasa nada, lo prefiero a comer pesticidas.
Completamente de acuerdo, Mavi.
De hecho, siempre digo que hay que mantener poblaciones mínimas de herbívoros si queremos tener agrosistemas maduros capaces de hacer frente a las plagas, y los pulgones son únicos transformando la materia vegetal en proteína animal.
No me había fijado en que Herrera no los nombre, pero no me extraña lo más mínimo. El boom de los abonos nitrogenados supuso paralelamente el boom de los chupasavias, así que es normal que por aquel entonces no se consideraran una plaga digna de molestarse en ella.
Y yo he probado la mielecilla y está buena, pero cuando te deforman un arbolito recién plantado, sabe a diablos! 😉
Hoy he fotografiado unos pulgones en una hoja de ortiga y, buscando saber más sobre ellos, me he encontrado con tu artículo. Me ha parecido tan interesante y ameno que ahora voy a seguir ojeando tu blog.
¡Muchas gracias!