El detective ecológico
Los trabajos de naturaleza son muchas veces (aunque no siempre 😉 ) duros, escasos, mal pagados o físicamente exigentes. Pero lo que tienen también muy habitualmente, es que suelen ser muy gratificantes.
Y una de esas labores que me piden de vez en cuando y me suponen un excitante reto intelectual, es la de peritaje de daños agrícolas.
En mi caso, un peritaje consiste en que alguien ha sufrido daños en las cosechas y este daño puede suponerle un hachazo importante en sus ingresos anuales, o peor aún, la ruina entera o la pérdida de la cosecha de este año.
En este caso, un productor de azafranes lleva unas semanas sufriendo una serie de ataques que le están provocando mermas importantes en los beneficios de su cosecha.
¿Quién habrá hecho este destrozo?
El caso del azafrán es muy especial, y personalmente me llama mucho la atención.
Popularmente se conoce como «azafrán» a la especia resultante de secar y tostar los estigmas (de la parte femenina de la flor), de las flores de Crocus sativus.
Esta especie, lejanamente emparentada con los gladiolos o los taros, lleva milenios siendo cultivada por el valor tintóreo y aromático de esos famosos estigmas, que han sido apreciadísimos por todas las culturas euroasiáticas de la antigüedad y hasta hoy en día. De hecho, sigue siendo muy popular su uso en guisos, arroces, salsas y demás recetas culinarias.
Flores de azafrán, mostrando sus valiosos estigmas de color rojo
De hecho, es una planta que parece que proviene de la meseta iraní, como tantas otras plantas cultivadas, por lo que también muestra gran resistencia tanto a la sequía como a las heladas, lo que la convierte en otro grandioso candidato a uno de nuestros Bosques de Alimentos Mediterráneos (de hecho, estoy pensando que le voy a dedicar una entrada completa más adelante).
Obviamente, si la gracia está en los estambres secos y tostados, para obtener un kilo, hace falta recoger varios centenares de miles de flores, lo que dispara su precio a varios miles de euros el kilo, dependiendo de los años y las cosechas.
Por eso, podéis entender el disgusto de este productor cuando se ha encontrado el desaguisado en su parcela.
Sin embargo, como es un ataque de fauna silvestre, es muy posible que pueda pedir una indemnización por daños, dependiendo de la especie que sea, y aquí es donde entra en juego vuestro seguro servidor (o sea, yo 😉 ).
El peritaje aquí consiste en sacar mis mejores dotes de rastreador arapahoe, para observar huellas, cacas, pelos, plumas, rastros y demás indicios, para reconstruir la escena del delito y acabar descubriendo al culpable de tan nefando crimen. Este informe será presentado luego a la compañía de seguros, la que se encargará de pedir responsabilidades.
Alguien se ha dado un festín con los cormos (o vulgarmente «cebollas») de azafrán
Además, una vez descubierto el malhechor, podremos empezar a poner remedio a sus incursiones a través de las técnicas de Regulación Biológica de Plagas que ya conocéis los que seguís este blog.
A medida que la investigación avance, os tendré informados.
Manténganse a la escucha.
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